.....Pasó lo que tenÃa que pasar... esas nalgotas amortiguaron la fuerza de mi mano... mientras yo, con los ojos cerrados, le pedà al tiempo que se detuviera para disfrutar ese momento.
Frustración total. No fue lo que esperaba. No sentà nada.
Ese trasero que tanto me gustaba, estaba aguado, fofo, hasta se movió como la gelatinas cuando lo toque. Además... yo esperaba experiementar un pecaminoso orgasmo... que el cielo se abriera y( bajo un aura celestial) un coro de angeles cantara el Aleluya mientras mi cuerpo de 13añero se rendÃa ante los placeres de la carne... pero no fue asÃ.
Abrà los ojos totalmente decepcionado, mientras ella (sin decir nada) con una expresión de asco-asombro-odio, me enviaba un mensaje con la mirada.
Salà corriendo de vuelta a mi casa (porque ya iba comenzar El Chapulin Colorado) mientras meditaba sobre lo sucedido. Esas cosas que involucren culos y morongas no son para mi, y nunca lo serán... me repetÃa mentalmente.
Tres dÃas después el incidente ya estaba olvidado (al menos para mi) porque ella no me hablaba. obviamente no me importó porque igual, nunca en mi vida me habÃa hablado; yo era un nerdo y ella, el culito más lindo de la escuela (pero mula!)
La hora del recreo llegó, y como siempre fuimos a jugar beisbol... totalmente despreocupado ocupé mi posición de siempre, la de catcher. y quizá habÃan transcurrido unos dos minutos, cuando apareció Billy (el novio de Paula)
Se atravesó todo el campo, hasta donde yo estaba hincado. Sin decir nada, tomó aviada con sus piernas y me lanzo un pijazo justo en medio de la nariz... aunque no lo crean, todavÃa recuerdo como esa marca Nike venÃa hacia mi. No me dolió, peri si và lucesitas de colores, y después no recuerdo nada.
Cuando abrà los ojos estaba en la dirección, y ya era la hora de salida. Las monjitas estaban muy preocupadas, y preguntaban que me habÃa pasado. Mis amigos dijeron que habÃa sido un accidente con el improvisado bate que usabamos para jugar. Y yo también lo dije. En ningun momento me pasó por la mente acusar a Billy, porque no querÃa quedar inconsiente otra vez.
Mi primer encuentro con la lujuria me recordó que lo mejor era estudiar. Con los libros y los cuadernos no pasa nada, nunca. Tuve que olvidarme de las mujeres por muchos, muchos años más. Mi experimento social habÃa fracasado.
