Una vez la Monona (mi gata) tuvo a sus crÃas bajo una escalera, en un cuarto que mi familia utilizaba como bodega (ya saben, cachibaches, cosas viejas...) y por lo tanto siempre se mantenÃa obscuro, aunque fuera de dÃa. Yo tenÃa como ocho años, y no aguantaba la curiosidad por ver a los gatitos de dos semanas de vida, asi que como pude, llegué a la dichosa escalera.
obviamente no miraba nada, y no tenÃa una linterna a la mano (además, era muy probable que los cachorritos fueran negros, como su mamá)
Regresé al patio y recordé que la estufa estaba equipada con un piloto automático, asà que fuà a buscar la prensa, agarré una hoja completa (cuatro páginas) y la hice un churrito. Giré la perilla y ¡plum! tenÃa en mis manos mi propia antorcha desechable.
Con cara de felicidad regresé por el patio hasta la bodega, y me metà en uno de los peldaños de la escalera, buscando los gatos. Y si, en efecto eran negros como mi conciencia, lindos y peluditos, no tenÃan abiertos los ojos y ¡AYYY, la llama llegó a mis manos! dejé caer el último pedazo de mi improvisada antorcha, y para mi mala suerte, cayó sobre los pequeñines.
En mi desesperación, traté de apagar el fuego con las manos, pero (a huevos) no pude.
Es simpático tratar de reaccionar en momentos de crisis, porque uno se vuelve más chambón.
Después razoné que era más fácil sacar a los gatitos de su nido en llamas, y asà lo hice. Olor a pelo quemado, un par de bolsas con ropa vieja y ya.... NO PASÓ NADA. O al menos, nadie se dió cuenta.
Ps. Todos los gatos vivieron ( con poco pelo)

obviamente no miraba nada, y no tenÃa una linterna a la mano (además, era muy probable que los cachorritos fueran negros, como su mamá)
Regresé al patio y recordé que la estufa estaba equipada con un piloto automático, asà que fuà a buscar la prensa, agarré una hoja completa (cuatro páginas) y la hice un churrito. Giré la perilla y ¡plum! tenÃa en mis manos mi propia antorcha desechable.
Con cara de felicidad regresé por el patio hasta la bodega, y me metà en uno de los peldaños de la escalera, buscando los gatos. Y si, en efecto eran negros como mi conciencia, lindos y peluditos, no tenÃan abiertos los ojos y ¡AYYY, la llama llegó a mis manos! dejé caer el último pedazo de mi improvisada antorcha, y para mi mala suerte, cayó sobre los pequeñines.
En mi desesperación, traté de apagar el fuego con las manos, pero (a huevos) no pude.
Es simpático tratar de reaccionar en momentos de crisis, porque uno se vuelve más chambón.
Después razoné que era más fácil sacar a los gatitos de su nido en llamas, y asà lo hice. Olor a pelo quemado, un par de bolsas con ropa vieja y ya.... NO PASÓ NADA. O al menos, nadie se dió cuenta.
Ps. Todos los gatos vivieron ( con poco pelo)
