El Hospital Roosevelt es un circo... generalmente hay mucha gente corriendo por todos lados... mendigos, doctores, lustradores, enfermeras, pastores evangélicos, policÃas de Emetra y hasta unos hijos de puta que te cobran por ¨cuidarte¨ el carro. Todos forman parte del espectáculo doloroso que mucha gente vive dÃa con dÃa. Pero esta vez fue diferente.
Las calles estaban vacÃas, y reinaba un silencio sepulcral... hasta daba escalofrÃos sentir tanta quietud. Un rotulo del plan justo iluminaba la calle, invitando a nadie, a usar su celular por minuto o por llamada. pinche publicidad, si que se le queda a uno.
Y allà estábamos mis hermanos y yo, tratando de entrar al famoso hospital, con un pase especial en la mano, pero sin nadie a quien dárselo. Buscando una entrada nos encaminamos a la emergencia, donde efectivamente, nos dejaron pasar. Un policÃa nos indicó el recorrido que debÃamos seguir para llegar a nuestro destino: la sala de cuidados intensivos.
Atropellados, baleados, macheteados...(esperando a ser atendidos) fue lo primero que vimos. Una vista relajada, comparada con el siguiente pasillo, donde estaban los cadaveres frescos, esperando su turno para ser trasladados a la morgue. Mierda! que experiencia tan bizarra!!!
Al fin llegamos al intensivo, donde nos esperaba mi mamá, postrada en la cama # 2. Con la mirada nos agradeció la visita (porque debido a una traqueotomÃa, no pudo hablar) y nos invitó a su habitación, la cual compartÃa con otros pacientes. Unas llamadas telefónicas a familiares, y después el abrazo. Ya son las doce! Feliz navidad! nos dijimos unos a otros, fingiendo felicidad.
Pero esa noche no quemamos cuetes ni comimos tamal, no pusimos al niño en el nacimiento ni probamos manzanas o uvas. Esa noche vimos morir al señor que estaba al lado de mi ma. De todas maneras (y aunque sea un poco atrasado) feliz año pa todos!
