Ni el árbol Gallo, ni el desfile de Paiz y sus proveedores, ni los conteos regresivos de algunas radios paranoicas, NO SEÑOR! alla por mi pueblo, la temporada navideña comenzaba con la quema del diablo. Desde las cinco de la mañana mi mamá comenzaba a preparar los tamales, el ponche y el altar para la virgen (en mi casa son católicos confesos) así como la montaña de chirivisco que nos daba respeto entre los demás niños de la cuadra, siempre y cuando se convirtiera en el fogarón más grande y escandaloso. y como olvidar a esos montones de pólvora, en sus diferentes presentaciones. canchinflines para la guerrita, bombas para despedazar animales, cuetes para hacer escandalo y estrellitas para los más chiquititos. Hasta que alguien me habló de ecología, y como adolescente sin criterio, acepté ese estilo de vida, jipioso, al natural...( mula que es uno!)
